viernes, 28 de marzo de 2008

Octavio Paz y Arthur C. Clarke: Dios y la máquina-Dios

Hace diez días murió Arthur C. Clarke, archiconocido autor de ciencia ficción. Lo que no es tan conocido es que Octavio Paz era aficionado a sus libros. Cito de La llama doble (Seix Barral, 1993):

Debo aclarar que fui lector asiduo de sus libros, fascinante unión de ciencia y fantasía; recuerdo con placer y nostalgia una luminosa tarde de hace más de treinta años, en la que lo vi, sentado con un amigo, en la terraza del hotel Mount Lavinia, en las afueras de Colombo. El mar golpeaba la costa y cubría los peñascos de la diminuta bahía con un manto rojo de espumas hirvientes. No me atreví a dirigirle la palabra: me pareció un visitante de otro planeta...


Octavio Paz dedica ulgunos párrafos a analizar una frase de Clarke: "Considero que el hombre es una especie transitoria, que será suplantada por alguna forma de vida que va a incluir tecnología de computadoras".

Clarke invoca, como tantos otros, los manes de Darwin: las máquinas pensantes son un momento de la evolución natural, como las amibas, los dinosaurios, las hormigas y los hombres. Pero hay una gran diferencia: Darwin encerró en un paréntesis la noción de un creador, Dios, que hubiese puesto en marcha el proceso de la evolución natural; como Crick (Francis Crick, científico británico muerto en 2004) y muchos otros, Clarke reintroduce al agente creador, ahora enmascarado como biólogo e ingeniero electrónico.

En la frase del novelista inglés reaparece, encubierta por preocupaciones de orden científico, el viejo espíritu especulativo que animó no sólo a la filosofía sino, con más frecuencia, a las visiones de los profetas y fundadores de sectas y religiones. La ciencia comenzó por desplazar a Dios del universo... () ahora coloca en su lugar al científico y al técnico, al fabricante de máquinas más inteligentes que su creador y cueñas de una libertad que no conocieron Lucifer y sus huestes de rebeldes. La imaginación religiosa concibió a un Dios superior a sus criaturas; la imaginación técnica ha concebido a un Dios-ingeniero inferior a sus inventos.

domingo, 3 de febrero de 2008

Verdades de la religión y la literatura...

… tenía un poco de tiempo para leer. Lamentablemente, sólo disponía de un libro, el Nuevo Testamento… yo nunca lo habría elegido; de verme obligado a leer la Biblia, habría preferido el Antiguo Testamento sin duda alguna, aunque, puesto a elegir, habría optado por novelas jugosas y con substancia… así que lo leí una y otra vez.

Me pusieron el apodo de Diácono, y no sirvió de nada que explicara que no leía aquello por celo religioso sino por curiosidad, y que muchos pasajes del libro habían confirmado mi impresión anterior de que la religión y Las mil y una noches eran ciertas del mismo modo. Más tarde pude añadir que eran ciertas desde un punto de vista psicológico, no literal, y que la verdad psicológica era tan importante, a su modo, como la comprobación histórica…

Lo que más me sorpredió fue la perplejidad de los hombres ante el hecho de que yo fuera capaz de hacer algo así. No acertaban a comprender que un lector del Nuevo Testamento pudiera ser otra cosa que un beato, que su personaje tuviera una faceta completamente opuesta. En cambio, yo siempre había dado por sentado que todo mundo tiene no sólo dos caras, sino tal vez veintidós, y su sorpresa me sorprendió a mí.

El quinto en discordia, Robertson Davies. Citado de la traducción de Natalia Cervera para Libros del Asteroide.

miércoles, 16 de enero de 2008

Más fragmentos del Tao Te Ching

Las palabras verdaderas no son elocuentes;
las palabras elocuentes no son verdaderas.

(p. 173)

Si los impuestos son excesivos
la genta pasa hambre.
Si el gobierno se entromete en demasía
la gente pierde su espíritu.

Actúa en beneficio de las gentes.
Confía en ellas: déjalas solas.

(p. 161)


Dirigir sin controlar:
ésta es la suprema virtud.

(p. 31)

El fracaso es una oportunidad.
Pero si culpas a otro por ello

la culpa no tendrá fin.

(p. 169)

76

Los hombres nacen suaves y blandos;
muertos, son rígidos y duros.
Las plantas nacen flexibles y tiernas;
muertas, son quebradizas y secas.

Así, quien sea rígido e inflexible
es un discípulo de la muerte.
Quien sea suave y adaptable
es un discípulo de la vida.

Lo duro y rígido se quebrará.
Lo suave y flexible prevalecerá.

(p. 163)

De la versión genial de Stephen Mitchell y Jorge Viñes Roig, publicada por Alianza Editorial en 2007.

viernes, 11 de enero de 2008

El quinto en discordia

Esta es una de las crueldades del teatro de la vida: todos pensamos que somos protagonistas, y cuando se hace evidente que somos simples personajes secundarios o figurantes, raramente lo reconocemos.

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… como la lealtad era la única clase de amor que mi madre era capaz de pedir, tendía a comportarse de forma irracional cuando pensaba que estaba siendo la mujer más razonable del mundo. Yo hablaba muy poco durante aquellas discusiones, y ella interpretaba mi silencio, correctamente, como una negativa a cambiar de opinión.

Ella no sabía cuánto la quería ni lo mal que me sentía al desobedecerla, pero ¿qué podía hacer yo? En el fondo de mi corazón, sabía que ceder y prometerle lo que quería, habría supuesto el final de todo lo bueno que había en mí. Yo no era su marido, capaz de mantener la calma ante la feroz rectitud de su esposa; yo era su hijo, y había heredado gran parte de su granítica determinación y su temperamento de la tierras altas de Escocia.

Un día, tras una comida particularmente desdichada, mi madre terminó por exigir que eligiera entre ella y “esa mujer”. Yo elegí una tercera opción. Tenía suficiente dinero para adquirir un boleto de tren, y al día siguiente me escapé del colegio, me marché a la capital del condado y me alisté en el ejército.

Tomado de El quinto en discordia, de Robertson Davies, publicado por Libros del Asteroide. Traducción de Natalia Cervera de la Torre.

martes, 8 de enero de 2008

Tao Te Ching o "Libro de la travesía"

Algunos fragmentos del Tao Te Ching o Tao Te King, de Lao Tse, muerto hace casi 2,500 años, y vivo desde entonces.

Ojalá puedan detenerse un momento a reflexionar sobre cada una de las cosas que afirma este libro infinito y flexible.

Intentar controlar el futuro
es como usurpar el lugar del maestro carpintero.
Al usar sus herramientas
lo más probable es que te cortes las manos.
(p. 159)

Un buen viajero no tiene planes fijos
ni está empeñado en llegar a parte alguna.
Un buen artista permite
que su intuición le guía a donde quiera.
Un buen científico se libra de conceptos
y mantiene su mente abierta a lo que es.
(p. 65)

La bondad suprema es como el agua
que todo lo nutre sin pretenderlo.
(p. 27)

Que tus obras permanezcan en el misterio.
(p. 83)

Mora en la realidad
y deja que las ilusiones se vayan.
(p. 88)

De la versión genial de Stephen Mitchell y Jorge Viñes Roig, publicada por Alianza Editorial en 2007.


jueves, 3 de enero de 2008

De las Memorias de ultratumba, de Chateubriand...

En la vida, si le damos su escaso peso,
si la medimos con su corta vara de medir,
y la liberamos de todo engaño,
no quedan más que dos cosas verdaderas:
la religión con la inteligencia,
el amor con la juventud;
es decir: el porvenir y el presente;
el resto no vale la pena.

Cito del capítulo cuarto del Libro 6 de las Memorias de Chateubriand, en la traducción de José Ramón Monreal, publicada por Acantilado.

lunes, 31 de diciembre de 2007

Robertson Davies: El quinto en discordia.

Si no conseguí convertirme en un perfecto erudito,
al menos es indiscutible que aprendí lo suficiente
como para convertirme en una molestia
para todos los que me rodeaban.

Dunstan Ramsay en El quinto en discordia, de Robertson Davies.


Un viejo profesor que narra su vida al director de cierta Universidad en Canadá, ha contado previamente sus intentos más bien fallidos de convertirse en un mago, pero más tarde:

“… dediqué tanto entusiasmo a convertirme en un erudito, como otrora había consagrado a ser prestidigitador… Resultó mucho más fácil: simplemente, me dedicaba a leer la enciclopedia de la biblioteca del pueblo, una edición de 1888 de la Chambers. Yo no era tan tonto que supusiera que podía leerla entera, de modo que leía los textos que me interesaban, y cuando descubría algo particularmente jugoso, devoraba cualquier artículo relacionado que pudiera encontrar. Me concentré en aquella enciclopedia con una tenacidad que me encantaría tener ahora, y si no conseguí convertirme en un perfecto erudito, al menos es indiscutible que aprendí lo suficiente como para convertirme en una molestia para todos los que me rodeaban.” (p. 69)

La Chambers de la que lee en su infancia el protagonista, no es la famosa Cyclopaedia de Ephraim Chambers que supuestamente iba a traducir Diderot antes de emprender su propio proyecto enciclopédico, sino la enciclopedia Chambers de Robert and William Chambers, cuya primera edición en 10 volúmenes se publicó entre 1859 y 68.

Doy este dato y de inmediato me reconozco como una molestia para todos los que me rodean.

La novela de Robertson Davies, por lo demás, no trata ni de erudición ni de nada semejante, y la recomiendo amplísimamente, por entretenida, conmovedora y sabia.

El quinto en discordia, de Robertson Davies. Título original en inglés: Fifth Business. Cito de la traducción al español de Natalia Cervera de la Torre, publicada por Ediciones del asteroide.