domingo, 3 de febrero de 2008

Verdades de la religión y la literatura...

… tenía un poco de tiempo para leer. Lamentablemente, sólo disponía de un libro, el Nuevo Testamento… yo nunca lo habría elegido; de verme obligado a leer la Biblia, habría preferido el Antiguo Testamento sin duda alguna, aunque, puesto a elegir, habría optado por novelas jugosas y con substancia… así que lo leí una y otra vez.

Me pusieron el apodo de Diácono, y no sirvió de nada que explicara que no leía aquello por celo religioso sino por curiosidad, y que muchos pasajes del libro habían confirmado mi impresión anterior de que la religión y Las mil y una noches eran ciertas del mismo modo. Más tarde pude añadir que eran ciertas desde un punto de vista psicológico, no literal, y que la verdad psicológica era tan importante, a su modo, como la comprobación histórica…

Lo que más me sorpredió fue la perplejidad de los hombres ante el hecho de que yo fuera capaz de hacer algo así. No acertaban a comprender que un lector del Nuevo Testamento pudiera ser otra cosa que un beato, que su personaje tuviera una faceta completamente opuesta. En cambio, yo siempre había dado por sentado que todo mundo tiene no sólo dos caras, sino tal vez veintidós, y su sorpresa me sorprendió a mí.

El quinto en discordia, Robertson Davies. Citado de la traducción de Natalia Cervera para Libros del Asteroide.